7 años desde mi primer parto

Hace algo más de siete años de mi primer parto y 6 del segundo y aún no me he recuperado social, profesional, emocionalmente. Lo único que se ha recuperado es mi cuerpo. Sueno como un disco rayado pero es verdad. Una verdad que me cuesta asumir. Antes de ser madre tenía un sueldo, amigos, citas para las que arreglarme, libros que leer, cursos de los que aprender, cuentos que escribir, un blog que actualizar, proyectos en estudio, un futuro en el que proyectarme las tardes soñolientas de domingo… y, después de parir, la madre totalitaria se engulló todo lo demás, solo había tiempo para cambiar pañales e ir al médico .

Madre por deseo

Claro que deseaba ser madre por encima de todo. Por supuesto. Que conste aquí escrito por si las dudas. Mis hijos han sido soñados muchas veces antes de ser una bendita realidad. Ya como pequeños seres humanos, los amo por encima de todo. Es desconcertante que avanzado el siglo XXI siga siendo tabú quejarse de las injusticias que vienen gratuitamente asociadas a la maternidad. Hay un discurso latente y mortal según el cual todas aquellas madres que se quejan por ser madres son malas madres, personas inmaduras incapaces de enfrentarse a sus responsabilidades.

Cierto, yo he elegido ser madre pero no he elegido todo lo que la sociedad espera aún hoy en día del hecho de que yo sea madre. Me niego.

No soy una exagerada ni esto es un discurso del siglo pasado. Una gran parte de mujeres siguen pagando un alto precio laboral y social por el hecho de traer hijos a un mundo, por otra parte, tan necesitado de niños.

Una mujer razonablemente enfadada

Mi historia es la siguiente. Yo me ganaba la vida como podía con un sentido muy amplio, qué remedio, de lo que es el Periodismo, el Marketing y la Comunicación, con muchas horas en la calle y disponibilidad para todo ( contenidos en prensa escrita y radio, organización de eventos, venta de publicidad, RRPP…). Mi primer hijo nació con una Enfermedad Renal Crónica y hasta los dos años y medio, por un motivo u otro, estaba constantemente enfermo. A los seis meses lo sometieron a una nefrectomía. Esto coincidió con el final de uno de los proyectos laborales que realizaba.

El padre de mis hijos siguió trabajando, podemos decir que afortunadamente, y pasó a ser natural el hecho artificial de que yo estuviera en casa al cuidado de los niños. Cuando mi primer hijo tenía dos años y comenzaba a estar bien y el segundo uno, comencé a buscarme la vida. Tras una temporada lejos de los circuitos laborales de Coruña mis contactos habían menguado mientras que la crisis económica había borrado casi cualquier posibilidad de encontrar un trabajo que considerara mi formación o experiencia laboral. No conseguí entrar a trabajar en una de las 4 empresas importantes de A Coruña aunque lo intenté. Para colmo de la impertinencia , tener 40 años me convertía en una pieza de anticuario. Tampoco tenía la flexibilidad horaria de 8 de la mañana a cierre, en sentido dilatado, cosa que mi pareja seguía manteniendo, justificado además en el hecho de que era el único sueldo que entraba en casa. Así que acepté durante una temporada mini trabajos de 2 a 8 días de duración hasta que decidí algo que no entraba inicialmente en mis planes: abandonar mi naturaleza aventurera y convertirme en funcionaria. Me enrolé en el Máster en Educación Secundaria con la idea de ser profesora de Lengua y Literatura y ganar 2000 euros al mes. Me he presentado a los exámenes en tres ocasiones, y las tres suspendí. No me imaginaba que opositar sería tan duro y tener niños pequeños no lo facilita. Quiero intentarlo una vez más.

En las mesas de las bibliotecas me encontré a muchos hombres pero sobre todo mujeres de 40 y 50 años que luchan por dejar la precariedad laboral, la mayor parte de ellos con una sólida formación universitaria.

Se que no vale de nada pero estoy muy cabreada con el hecho de que en España tener hijos sea incompatible casi con cualquier cosa. Y creo que mi enfado como el de tantas otras mujeres se tiene que escribir en los blogs, oir en las radios y las televisiones, escuchar en la calle.

Con mis hijos Pedro y Teo (de izquierda a Derecha)
Con mis tesoros Pedro y Teo ( de izquierda a derecha)

Todos estos sinsabores laborales y preocupaciones maternales casi en solitario, mientras mi pareja trabaja, me han traído muchas insatisfacciones y muchos problemas con el padre de mis hijos. Tengo la impresión de que debe haber muchas separaciones por esta causa.

He repasado mentalmente qué es lo que he hecho mal y seguro que me he equivocado en un montón de cosas pero está claro que la maternidad, como el hecho de ser mujer, aún tiene muchas trampas, innumerables. Y va siendo hora de destaparlas. Los gobiernos han de vigilar a las empresas que castigan la maternidad, facilitársela a las autónomas, aumentar las bajas maternales, subvencionar también los contratos que se realizan a las mujeres que se reincorporan al trabajo después de un período más o menos largo de tiempo dedicados a sus hijos, en definitiva, blindarlas legalmente para minimizar su exclusión social, laboral y económica. Desde aquí defiendo la maternidad compartida familiar y socialmente. Y pido apoyo de todos los padres y abuelos, que además son empresarios, vecinos, amigos, y solicito moralmente la ayuda y comprensión entre mujeres.

Desidealizando la maternidad

Últimamente pienso que es mi obligación como mujer madura es compartir el lado oscuro de la maternidad con las mujeres jóvenes. Basta ya de idealizar la maternidad y de considerar a las mujeres como madonnas. Y este discurso tiene que normalizarse porque las mujeres pueden querer mucho a sus hijos pero no por eso han de dejar de quererse a sí mismas. Y todos estas historias personales, las lágrimas de cansancio en silencio, las noches sin dormir, los problemas económicos, los cursos sin realizar, las novelas sin escribir, los blogs sin actualizar, los cafés sin tomar… pueden derivar en depresiones serias claramente justificadas. Y todas las historias de madres desbordadas han de llegar al parlamento y a los que legislan, que también tienen abuelas, madres, hermanas, hijas.

 

 

 

 

 

 

Galegos e galegas exemplares: 25 de Xullo, día da Patria Galega

O día que caín na conta de que os meus fillos de catro e cinco anos non sabían falar galego, pensei nos meus abós, que non falaban o castelán. O abó que me vive non di máis de catro palabras seguidas en castelán, e geghea como un alemán de Verdillo. Así que nese momento decateime de que eu, a miña xeración, matara unha lingua en dúas camadas. Os meus fillos van a un colexio da Coruña no que o galego, cumprindo, e non sempre, a normativa lingüística vixente, só se ve nas circulares informativas de reunións e excursións e nos cartéis espallados polo centro. No cole dos meus fillos o galego virou nunha lingua escrita. Ningún profesor lles fala galego. Dubido sequera que teñan as horas de lingua estipuladas por lei, as mestras dos meus fillos din que de cando en vez lles len un libro en galego. Se algún mestre ou monitor de nova incorporación fala en galego rápidamente adopta a lingua maioritaria e socialmente ben vista. Nas reunións informativas que convocan os mestres, os pais queixanse  en castelá das poucas horas que reciben de inglés os seus fillos pero nin chio do galego. O día das letras galegas fan unha foto de cada neno (xúroo) ao carón dun mural de Rosalía de Castro e con esto cren que están aportando algo á cultura (galega). Ter escrito Follas novas para esto!

 A gran revelación. O día GR

Así que, dentro deste micromundo, os meus fillos  teñen a sorte de mellorar  o seu coñecemento do código da lingua española e falan con tempos compostos mesmiño coma os madrileños. A mágoa é que non aproveiten para mostrarlles, en contraste, que os verbos en galego non teñen tempos compostos pero, como xa anticipei, neste colexio practícase o lengüicidio. Pero volvamos ao día GR, ao día da gran revelación, ese día no que me decato de que os meus fillos non saben falar en galego e lémbrome dos meus abós de Coristanco e de Verdillo. Ese día en que se me queima o sangue polo sentimento de culpa, sinto que asasinei unha lingua e decido sair lingüísticamente do roupeiro: comezo a falar galego en tódalas circunstancias.

Os meus fillos ao principio, rexeitan que lles fale galego, segundo eles non é unha lingua cool, non é a lingua que falan os rapaces da pandilla da que queren formar parte.  Pero eu xa saín do roupeiro lingüístico. Non hai volta atrás. Como amante das linguas que son quero que os meus fillos falen moitas linguas, empezando polo galego.  

Xogamos en galego, mercamos en galego, e lemos en galego. E dende o galego, aproveitamos para aprender como se din as palabras e as expresións en outros idiomas.  Ao principio non queren falar galego porque non lles gusta pero ao pouco tempo comezan a preguntar como se di esto e aquelo en galego, presumen do que saben e sempre que descubren que alguén que admiran fala galego veñen rápido e con orgullo a contarmo. O seu afán por aprender é infinito e preguntan moitas veces como se di tal palabra en chinés ou polaco e, claro, non lles sei responder, ogallá pero afortunadamente teño axuda da Rede.

Barreiras lingüístico sociais: sobrevivindo ao que os demáis agardan lingüísticamente de ti

Falando galego atópome con xente con dificultade para respetar a miña decisión e a miña identidade. Agora falas galego, non che pega nada, ou non falas ben o galego, metécheste en política ( non direi a qué partidos se refiren) son algúns dos argumentos tóxicos de todos aqueles que quedan coa boca aberta cando alguén sabe falar inglés ou francés pero que síntense incómodos cando falas en galego. Moitos deles dis que foron á universidade. A maior parte dos seus pais ou abós geghean como en Berlín aínda que son de Carballo, Muxía, Lacoru.      

Tres décadas do xabarín club e do galego nas escolas

Co galego introducido nas aulas, tras décadas da CRTVG e  de Xabarín club, das normativas e esforzos institucionais por normalizalo, non se entende que as novas xeracións dos galegos non valoremos o  noso propio idioma e sigamos actuando como se fose un idioma de pailanes que hai que esquecer. É hora de lembrar que o sitio que ocupa o galego nas nosas testas serve para que aprendamos outros idiomas con mais facilidade. Que as aprendizaxes nunhas linguas, servirannos para outras. Que ningún pobo sensíbel esquece a súa cultura e a súa lingua por outras, se non que inclúe outras para ampliar a súa propia. Que hai que presumir sempre de falar galego.

Sair lingüísticamente do roupeiro

Compre seguir tomando medidas que favorezan o uso das linguas minoritarias pero a verdadeira transformación pasa polo compromiso de falar galego. Fago un chamamento para que saiamos lingüísticamente do roupeiro  e que ese compromiso sexa máis firme entre aqueles en postos públicos. Sexamos galegas e galegos exemplares!